miércoles, 19 de octubre de 2011

291/365. Tarta de manzana

Tarta años 50 de cumple!! by rutroncal
Tarta años 50 de cumple!!, a photo by rutroncal on Flickr.

El miércoles celebrábamos en casa de mi hermano (@fronqi) el cumpleaños de mi cuñada (@comotecuento) y el mío ya de paso... y esta es la maravillosa tarta de manzana que compartimos. 

Maravillosa porque era una chulada (una versión "Mad Men" de las tartas) y una ocasión de compartir una risas, con familia y amig@s.

A veces las cosas más sencillas son las que más se agradecen y en los detalles está la verdadera naturaleza de las personas.

A propósito de esta tarta... quisiera compartir un cuento sufí, y por supuesto va de tartas y de detalles y como a veces esa ansiedad de perfección en las cosas, hace que nos perdamos la verdadera esencia de los momentos.

"La Historia habla de una anciana que había sido famosa durante treinta años por el sabor delicioso de sus tartas de albaricoque. Todo el mundo en kilómetros a la redonda había escuchado hablar de las deliciosas tartas y las comían, no sin hacer comentarios respecto a su inigualable y delicioso sabor. En el curso de los años, cientos de personas le asediaron pidiéndole la receta.
Ella, la anciana de las deliciosas tartas continuó haciendo tartas todos los años, y así durante muchos años, durante la estación de los albaricoques; distribuía las tartas con gusto sin distinguir razas o credos, ni posiciones sociales , a diestra y siniestra, pero siempre guardando en secreto su receta.
Un día, temiendo que la anciana mujer muriera repentinamente sin haber transmitido el secreto de sus tartas, el Gran Califa de Afganistán – que también era ambicioso al mismo tiempo que amante de las tartas de albaricoque – ofreció una recompensa de cien monedas de oro por su secreto.
No pudo encontrar a nadie que cocinase tartas como la anciana, aunque una gran multitud de gente solicitase la cuantiosa recompensa, pretendiendo que podía hacerlo. Finalmente, sin embargo, se sorprendió al encontrar a la enigmática anciana mujer a su puerta, ofreciendo vender la famosa receta.
Pensé que nunca se las darías a nadie – balbuceó el Poderoso Califa.
Ah, primero debía encontrar un signo de sinceridad – dijo la anciana.
Pero, ¿Cómo sabes que soy sincero? – preguntó el Califa.
Tú – dijo la extraña anciana – eres un hombre que ama el oro. Ahora que estés de dispuesto a desprenderte de una parte de él, y no digamos cien monedas de oro, muestra, al menos mediante tu propio patrón de ambicioso, que eres sincero. Esto es lo más cercano a la verdadera sinceridad que, según parece, podemos llegar a este punto. De modo que te daré el Secreto.
El Califa se sentía encantado. Tomo lápiz y un trozo de papel y pidió a la mujer que dictase la receta.
No necesitas lápiz ni papel – dijo ella – , ya que no hay mucho que decir. Recojo albaricoques gratis, de los arboles de la gente caritativa. Luego añado agua y un poco de miel; y eso es todo lo que hay que decir.
¡Pero así es como todos los demás hacen tartas de albaricoque en todo el Califato de Afganistán! – Exclamo el Califa –. Ciertamente no te voy a dar cien monedas de oro por decirme eso. 
Tómalo o déjalo – dijo la mujer.
No tiene sentido alguno – dijo el avaro Califa –, pero si el secreto no está en los ingredientes, debes decirme ¿Cómo la haces? Debe de encontrarse en la elaboración de la costra de masa de la tarta, o en los tiempos de horneo.
La anciana mujer sonrió
No lo hago en modo alguno. Me acerco al panadero del pueblo y le pido algo de masa común pastelera que él haya amasado, cubro el plato con la pasta y le pido que lo ponga en el horno junto con el pan que
hornea, y así es como se hace.
Pero debe de haber algo especial en las tartas – dijo el Califa –, y quiero saber lo que es.
Muy bien – dijo ella, sígueme y haz exactamente lo que hago y veremos cómo te las arreglas. Descubrirás si eres capaz de captar lo que es el Secreto de la fabricación de tartas de albaricoque.
Fueron juntos de excursión muy temprano por las huertas comunes de la localidad de albaricoques. La anciana, como es costumbre en esas partes, fue admitida libremente, mientras que el avaro Califa pagaba
con monedas de cobre y plata a los dueños de las huertas para que le trajeren en unas cestas los frutos de albaricoque que tenían previamente almacenados. Mientras que la anciana recogía por sí misma los frutos.
Todo siempre bajo la mirada observante del Califa, ambos hicieron por separado unas mermeladas con miel y albaricoque. Luego llevaron sus platos al panadero, e hicieron que les pusiese la masa común pastelera encima de las tartas. Luego se dedicaron a esperar hasta que éstas estuviesen listas.
Cuando las tartas estuvieron horneadas y se enfriaron, las probaron.
La tarta de la anciana era deliciosa. Pero la tarta hecha por el Califa era sencillamente muy ordinaria.
El Califa meneó la cabeza, muy perplejo, y luego comenzó a injuriar a la mujer anciana, la llamó hechicera e impostora por haber introducido una pócima secreta a sus tartas, el Califa mientras devoraba una tarta de la anciana, expresó: el sabor de tus tartas me tiene hechizado. Anciana – dijo el Califa – eres una necia por no transmitirme el secreto – y la tacho de bruja con contacto con poderes malignos.
Una vez que el Califa de Afganistán quedó exhausto por comer tantas tartas y se sentó en un banco en el exterior de la panadería, la anciana sonrió una vez más.
Después de tus resoplidos y tú enojo, tras tus aires de superioridad y vana confianza en el poder del dinero, tras todo ese absurdo, arraigado en su sucio corazón – dijo ella – , te diré dónde te has equivocado.
Como habrás observado, a mi una persona pobre se me permitió recoger tanta fruta como desease en esos huertos. En reconocimiento a esto, nunca he tomado la fruta madura, y perfecta para mis tartas, ya que el dueño de la huerta tiene derecho a conservar la mejor fruta de la temporada, de modo que pueda venderla para mantener a su familia. Así que siempre he cogido albaricoques dañados que no estaban maduros aún y los demasiado maduros, mezclándolos en mis tartas. Éste es el secreto de su maravilloso sabor. Tú, por tu parte, codicias tanto la perfección y las ganancias que, como todos los demás que han buscado mi secreto, tomas siempre la fruta más atractiva. El resultado fueron tartas de albaricoque ordinarias.
Con estas palabras guardó las bolsas de monedas de oro en un cinturón y siguió la anciana siguió su camino"

Y a vosotr@s... ¿cómo os gustan las tartas?

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